miércoles, 12 de diciembre de 2007

De Conventos


Mal rollo la visita al Convento de las Descalzas. Resulta que vas to ilusionado a ver un convento que es una joya del arte, y estás ahí esperando una visita que te va a ofrecer una grandísima experiencia, una maravilla, y si lo es, pero joder, con la forma en que te tratan y te lo enseñan que mal entra todo eso. Va de una mañana miércoles de diciembre, fría de cojones, y tienes que ir una hora antes de la hora de apertura para asegurar que vas a pasar. Se elige el miercoles porque es el día de visita gratuita. No se por qué tienen que cobrar tan caro, cinco o mas euros, no se cuantos, las visitas a los museos y sitios así. Será por eso que te encuentras con una cola importante, todos de la tercera y de la cuarta edad, unos solos y otros de asociaciones, como la de Oporto, que esta mañana estaba una coordinadora cultura con una cartelito cogiendo sitio desde muy pronto para los de Oporto que irían llegando poco a poco, por lo menos veinte, poniéndose delante y haciendo a los demás mas larga la espera, los pies se quedan helados y ya te consuelas porque amanece en la plaza, o sea los primeros rayos de sol alcanzan a llegar a la plaza, y tienes la sensación de ser protagonista de la peli de los miércoles la sol, eso si mejor que otras indecencias laborales el estar esperando al solecito de un día de invierno en la Plaza de las Descalzas, y digo todos esperando y debía decir todas, porque aquí también son ellas la mayoría, es como si en la asociación de Oporto solo hubiera mujeres, mejor todas ellas, vivas, inquietas, activas, modernas, que las treinta y dos mujeres que dicen que hay dentro desde hace casi quinientos años, que fuerte, es increíble que siga existiendo en el mundo algo así. Pues bueno, después de mas de una hora extra de espera, no está mal, pasamos en un grupo de veinte personas y ateridos nos pasan a un recibidor donde se puede uno sentar en unos sobrios bancos e ir entrando en calor, del compañero de al lado, porque el Convento, por la naturaleza de la Orden está todo el sin calefacción, mas bien rezumando frío y gran frialdad todas sus estancias y paredes antiguas. En este punto de la entrada, somos recibidos con enorme desafección, que dirían los políticos catalanes, por unos burócratas, no se si del Patrimonio o de una subcontrata de la Orden, que te maltratan con historias como “todo el mundo con el carnet en la mano”, “el teléfono móvil apagado”, "prohibido hacer fotos", “en silencio”, “esta es una visita guiada y gratuita, y no pueden pasar mas de veinte personas”, y yo que ya me había quitado la boina, tan grata esa mañana, tuve que escuchar como a un señor bien mayor, helado por la espera le conminaban a quitarse la gorra diciéndole que “aquí se pasa sin gorra”. (Lo del carné debe ser una medida para excluir a los sinpapeles del grandísimo privilegio de pasar gratis los miércoles). Luego otro, el guía, señor cetrino, malencarado y malasombra nos volvió a maltratar llevándonos en una visita precipitada, recitada para si mismo, que consiguió que hasta una mujer, discretísima, tímida y prudente, le dijera que por favor que fuera mas despacio porque queríamos enterarnos de algo aunque viéramos menos. Y es que te cuentan la visita a matacaballo y como si te hicieran el favor de haberte dejado pasar: “Esto no se ha podido ver nunca; aquí solo pasaban los Reyes, y fue de clausura total hasta mil novecientos nosecuantos, en que el papa dio una dispensa para que se pudiera visitar un poco, solo la cuarta parte, y solo unas horas diarias, y para ustedes será un museo, pero esta es la casa de las monjas, etc., etc. Y te entran ganas de decirle: “oiga usted que esto es del Patrimonio Nacional, o sea es de todos, y tenemos dudas de que tengan que estar las monjas encerradas aquí, hipotecando este patrimonio que debería estar expuesto aquí o en museo público continuamente a todos. Entras en las Descalzas y a los tres cuartos de hora te echan fuera, se acabó la visita. Y dejas por ver, bien visto, mil testimonios artísticos de casi quinientos años, desde Carlos V hasta la fecha, donde hay arquitectura, pintura, frescos, escultura, imaginería, retablos, cerámica, orfebrería, tapices...Por encima me suena que en pintura hemos visto Rubens, Ticiano, Pantoja de la Cruz; en escultura Juan de Mena, Gregorio Hernández; en tapices los hechos con cartones de Rubens... La sala de los tapices y la de pintura flamenca me parece de lo mas interesante. No hemos visto la iglesia y su retablo, no se por qué no la enseñan. Para que te guste todo esto tienes que sobreponerte, o sea mirarlo con los ojos y el gusto de lo que promueve el arte, pero si no te dejan lo que queda es otra cosa, es un edificio frío y sombrío, es una escalera recargadísima de pinturas barrocas, donde todo suena a excesivo, donde pierde el sentido el intensísimo espacio, objetos y ornamentos sacros, como en el Convento de la Encarnación esa habitación o espacio llena de miles de reliquias o tenebrosos despojos humanos, aquí en las Descalzas decenas de capillas riquísimas en ornamentos, oros, imágenes y santidades, tanto, tanto, que si crees en Dios dices ¡Dios mío!; y tantísimo cuadro con imágenes de los Austrias, todos ellos oscuros, sombríos, dueños de España y del mundo, terroríficamente católicos, ellos, sus anormales hijos, sus hijas destinadas a ser abadesas, todas grandes de España, por favor, por favor, vámonos a tomar unos vinos. Se acabó esto de ir a visitar conventos de Madrid.
Las Clarisas son la versión en femenino de los franciscanos. Como estos participan de un encomiable espíritu de sacrificio y pobreza, aunque vivan en medio de tantísima riqueza. Desde su fundación eran descalzas, pero hace un par de siglos, parece que el Papa les dispensó de tanto sacrificio, en lo que a los pies se refiere, Ahora calzan unas humildes sandalias que ellas se confeccionan con un par de tiras de piel, y que visten sin calcetines o medias, o sea a piel desnuda. La riquísima sala de los tapices era antes una habitación para las treintay dos mas una hermanas que ocupaban cada una pequeña celda de paredes finas y sin luz mas que la penumbra que se difundiera por el techo, donde dormían sobre un jergón en el suelo. Se comenta el frío del Convento, mas en aquellos tiempos en los que no había ni polución ni calentamiento global, tanto que algún rey mando cerrar el claustro superior y luego Carlos III les cerró el claustro inferior, todo ello porque las monjas enfermaban y morían de pulmonía, cosa que nos han recordado esta mañana para sobrellevar las heladas estancias.
En la cola el señor mayor ilusionado nos decía en estas fecha la visita era mejor porque las clarisas enseñaban una colección de cientos de niñosjesús. Cuando finalizaba la visita yo he reclamado que nos enseñaran por favor los niñosjesús, pero el malasombra me ha mirado con displicencia, casi desprecio. Nuestra decepción solo se podía consolar con un rioja.