domingo, 30 de marzo de 2008

MUNIELLOS CON MAL TIEMPO



MUNIELLOS CON MAL TIEMPO

El día que teníamos el permiso para visitar Muniellos vino del Cantábrico un temporal de lluvia, frío y nieve. Nuestra idea era hacer la ruta larga iniciándola por la ladera ascendente hasta coger altura y continuar hasta los lagos de Muniellos, volviendo luego río abajo. Nos comentaban los guardas de Tabliza que esta ruta tiene un ascenso fuerte en su tramo inicial, con un par de puntos con pasos un poco difíciles que hay que salvar con cuerdas de seguridad. La senda decía que es estrecha, trascurre por bosque bien tupido con poca visibilidad del valle por la lluvia y niebla; el terreno pedregoso en general pudiendo con lluvia ser resbaladizo, y hay fuertes desniveles laterales. Para hacernos desistir de la idea nos decía que después de la subida inicial sería absurdo dar la vuelta por la dificultad añadida del descenso. Con tales consejos y con tal mal tiempo era desaconsejable si no inviable abordarla. Y fuimos río arriba, chorreando de agua nosotros ya desde el comienzo, entrando en el bosque bajo una cubierta de árboles cuyas ramas aún desnudas apenas nos protegían, por una camino que era puro charco y adonde bajaban todos los arroyos de las laderas, algunos verdaderos torrentes cayendo al Rio Tablizas que repleto de aguas se desbordaba ruidoso con saltos y caudales amenazantes hasta la vera del camino.

Los árboles andaban en estas fechas haciendo surgir sus infinitas hojillas, de un gris verdoso claro las hayas tan abundantes, y sus figuras de troncos retorcidos y ramas en escorzo teatral parecían asombrados personajes viendo pasar los mojados caminantes envueltos en plásticos con paraguas dorados.

No pudo durar mucho la marcha, porque la lluvia arreciaba y llegando mas allá del segundo puente sobre el río se trocó en nieve amenazante. Los miedos y temores fueron libres, las piernas se sintieron mas mojadas, la lluvia tras los cristales de las gafas hizo a algunos parecer que la belleza del bosque cambiara a monotonía. Tocaba volver por los mismos pasos y dejar para otra ocasión la emoción de descubrir la belleza de esta montaña bajo sus faldas.


EL MOAL CON BUEN TIEMPO
La ruta que sube desde el Moal y Río Tablizas hasta el mirador del Montecín y luego vuelve otra vez al Moal por el Collado de Moncou, a los pies de la Peña de Moncou, es preciosa. De vistas y preciosa por el hayedo fantástico que se encuentra camino abajo del Montecín. Si le faltaba algo cuenta la ruta con otra joya preciosa que al despojarse Charo, agobiada por los calores de la subida, arrancó de su lóbulo y depositó en sitio ignoto, donde ningún montañero la encontrará jamás. Solo en las noches oscuras y a la luz difusa de la luna podrá verse algún destello de la joya perdida si se mira desde Muniellos al otro lado de la montaña.


EN CANGAS DE NARCEA CON NIEVE Y FRIO
Tuvimos que cambiar los frugales alimentos que íbamos a tomar en el bosque sagrado por una comida hogareña que por ser semana santa consistió en sendas ollas de potaje de garbanzos, con espinaca y bacalao, que al modo manchego cocinamos en tierras asturianas, algo extraña porque fue, si no recuerdo mal, la primera vez en mi vida que como potaje mientras cae una impresionante nevada en las tierras del Narcea.
Muchos sucesos gratos vivimos en Cangas, casi siempre acompañados de sidra convenientemente escanciada. Pero por señalar alguno singular el que ocurrió mientras una rápida y breve procesión de Semana Santa atravesaba por las calles del centro histórico de Cangas. Allí estábamos refugiados los irreverentes tomando unos vinos por no molestar a los fervorosos, y me parecía verdaderamente un templo cálido de gente buena los que allí estábamos. De repente, se fue el tabernero hacia la entrada y apagando luces y cerrando la puerta nos dejó a oscuras y en silencio mientras pasaba la procesión externa, gélida y rápida, con gentes de otros templos. Afortunadamente pronto se hizo la luz y proseguimos la velada hasta que llegaron los aficionados. Y el mas sagrado: otro bar al que fuimos por recomendación del señor del Museo del Vino, con el fin de probar los vinos de la tierra que allí son los mejores. Se trata del Bar Chicote, en la calle La Fuente. Sitio auténtico, que ya nos cuenta Joaquín en su crónica, con buenos vinos, buenos aperitivos y buen cante minero de los paisanos.

El mal tiempo aconsejaba volver por Oviedo y aprovechamos para visitar esta ciudad, bellísima y digna de los elogios de Woody Allen. En esta ocasión era menester ver el Palacio de los Queito de Llano, Condes de Toreno. Porque el suelo de Muniellos permaneció como propiedad de los Queipo de Llano hasta 1901. Sobre el origen de su pertenencia hay dos posiciones: uno considerarlo un monte de la casa de Toreno, como predio integrado en el mayorazgo de los Queipo desde su fundación en el siglo XVI, sin mas título legítimo que su posesión inmemorial. Otra tesis que adscribe el monte al pueblo del Moal, como de uso y aprovechamiento libre de sus vecinos, aunque detentado por la casa de Toreno hasta finales de la Edad Moderna por usurpación.

La historia de la Reserva Integral de Muniellos es compleja, pero antes de insistir habrá que volver a Muniellos, lo que no es nada fácil en sábado.

Milenio





DESDE MI BALCON

Calle Pelayo. Viernes tarde, o viernes noche, o sábado de todas las semanas, lo mismo da. Pongamos viernes a las 10 de la noche. Un fuerte tumulto y voces tormentosas de un joven agitado por la droga discotequera. Es lo habitual, ya no producen ni curiosidad. Pero esta vez por tomar algo de aire fresco y ver que pasa abro el balcón. Un joven grita con voz ronca y estridente, corre, se detiene, vuelve, hace gestos amenazantes hacia otros que deben estar en Pelayo en la puerta del Milenio. Gesticula como una fiera que fuera a lanzarse, aunque la mayor agresividad está en su voz. Otros jóvenes, chicos y chicas corren despavoridos en direcciones centrífugas al Milenio. Aburre la repetición de los mismos incidentes. Estoy por cerrar el balcón y entrar en casa. Pero me quedo, me llama la atención una jovencísima niña que sujeta, retiene con sus brazos al energúmeno, hace con ellos un arco que lo apresa entre los barrotes de la verja, para contener su violencia. Me llama la atención sobre todo porque la niña va vestida, desvestida, con un liviano sueter que deja ver parte de sus pechos desde la vertical y su faldilla que no esconde ni aún mirando desde arriba el principio de sus piernas. No tengo remordimientos mirando lo único que me gusta de esta generación que la fortuna arroja a los bajos de mi casa. Con el embeleso de mis miradas de voyer los acontecimientos se precipitan. Los que corren ya son mas, unos huyen y otros, superando la cobardía inicial, vuelven a lugar de la batalla. Mas chicos, mas chicas, animan, alertan, impiden, se agarran, se sueltan, gritan, chillan. Entre ellos el protagonista energúmeno se crece en su violencia como un gigante. Ya no se contiene, ya ataca. Y su furor va dirigido hacia otro joven, mas pequeño y delgado. Apenas se lanza a por él y le arremete, otros muchos mas lo hacen también con furor, pero curiosamente no es una batalla entre grupos. Todos se lanzan a linchar al pequeño, que cae al suelo y recibe puñetazos, patadas, violentos golpes de todos ellos. Ellas los paran, chillan, otra también golpean. Hay vecinos que como yo contemplan la escena con asqueo e indiferencia. Mi chica, que aun conserva cierta sensibilidad compasiva, se alarma y llama a la policia. Me dice que la policía le ha preguntado que si los chicos mostraban navajas. Como es que no, se lo deben tomar de tranqui en eso de establecer sus prioridades. Abajo ya han parado los golpes, aunque no las carreras. Una joven quiere pegarle a un motorista repartidor, señor latino que ha debido pararse para evitar un desaguisado, y que se protege de los golpes poniendo su casco de motorista a modo de escudo. Una fila de coches parados, mas debajo de la puerta de Milenio, tocan el claxon hartos de la espera. Cuando ya se ha hecho la calma llegan dos motos patrulla. Algún vecino se dirige a la policía diciendo que todo es culpa de Milenio, que por favor que cierren el garito.

Esa misma noche a las cinco de la madrugada cuando han vuelto a salir de Milenio otra horda de jóvenes, estos un poco mas mayores, ebrios de la noche, de malas bebidas y de la mierda de droga que tomaron, que les hace berrear, gritar como bestias, pegar patadas a los contenedores, y a los espejos retrovisores de los coches, cuando parece que otra vez se van a matar o van a matar, despierto levemente y ni siquiera meto el drama de la noche callejera en el catálogo de mis sueños.