lunes, 1 de febrero de 2010

El debate verdadero en los Toros



No se puede decir que mi afición a los toros, se remonte a mi infancia. De hecho mi afición empezó mucho mas tarde como consecuencia de un hecho casual. Viviendo ya asentado en Madrid quise promover que mi padre pasara un poco de tiempo en casa, desplazándose desde mi pueblo. Pensé que una buena excusa podía ser invitarle durante la Feria de San Isidro y así podría también ir a los toros, lo que para el era una afición incuestionable. Llevé adelante el plan para lo que gestioné la adquisición de dos abonos. Fue en el año ochenta y cinco y ya era difícil conseguir abonos. En aquella ocasión fue necesario, y eso lo hizo mi hermano, pasar toda la noche haciendo cola en el despacho de la calle Victoria y obtuvo dos abonos nada menos que de tendido alto del siete.


La afición de mi padre si que tenía hondas raíces. Iba cuando podía a los festejos de mi pueblo que no eran muchos y vivía con ilusión apasionada los acontecimientos taurinos de su tiempo de juventud en los años cuarenta y cincuenta, tiempos en lo taurino casi heroicos. Alguna vez recuerda que de muy joven fue a los toros de la feria de Almagro, plaza de gran predicamento desde siempre. Iba tanta gente a los toros que tuvo que hacer el viaje de vuelta sobre el techo de un vagón. Pasó varias temporadas yendo a la Feria de San Isidro hasta que el ajetreo de Madrid empezó a resultarle inaguantable. Todavía hoy y si cabe con mas pasión sigue por televisión cuantos acontecimientos taurinos puede, sabe un montón de toros y tiene claro lo de su importancia.


Mi afición no tiene orígenes concretos en mi infancia o adolescencia. Fui poco a los toros de mi pueblo, de niño y de la mano de mi padre, pero entiendo que vivía el tema taurino como algo cotidiano, muy inmediato. Era normal que se siguieran los acontecimientos taurinos y que en las fiestas hubiera encierros o toros. En la radio nacional, en el programa Clarín entre otros y en la prensa se dedicaban espacios generosos y abundantes a las noticias taurinas y a la publicidad de los toreros, y existían varios periódicos exclusivos del tema taurino. Mas interés publicitario y mediático que el fútbol tenían entonces los toros, había revistas taurinas en los sitios públicos como las peluquerías, tenía presencia permanente y obligatoria en los Noticiarios NoDo anteriores a toda película. Cuando empezó la televisión la retransmisión de corridas de toros era un programa estrella. Las retransmisiones de corridas en los años 60 cuando toreaba de novillero El Cordobés eran un acontecimiento nacional y cabe decir que todas las retransmisiones de toros eran un fuerte atractivo en la joven televisión. Desde siempre en muchos pueblos había festejos taurinos, y en pueblos o ciudades grandes corridas de toros. Yo fui varias veces a los encierros de Almodovar del Campo, donde hay una antigua tradición taurina. Creo que algunos de los momentos de mayor emoción y descarga de adrenalina los he pasado corriendo asustado por sus calles muy lejos de la cara del toro. En ese contexto nos hemos criado mucha gente, quizá no participando en los festejos taurinos o yendo a las corridas, pero si sintiendo su presencia inmediata y cotidiana como algo corriente y popular.


Acompañando a mi padre empecé a ver toros desde el tendido del siete en la la Monumental de Madrid. Se despertó en mi el interés o afición por los toros, una afición especial por lo que ocurre en un espectáculo único en muchos sentidos y por lo que a veces ocurre que no es fácil explicar. Y ahí seguimos después de mas de veinte años, no se hasta cuando.


Sigo yendo a los toros resolviendo y superando todos los años las contradicciones y dudas que esta afición me plantea. Es otra virtud de este festejo, en ese sentido muy metafísica, porque te plantea el sentido de lo que allí se representa o se ejecuta y el de tu presencia y los sentimientos que allí se despliegan, que es tanto como interrogarte sobre ti mismo. Contestar me obliga a remontarme a los orígenes de mi afición que tienen algo de suceso iniciático.


La corrida de toros y sus reglamentos maneja el concepto de toro de lidia. Este toro es el resultado de varios cientos de años de selección genética de reses bravas adecuados para el desarrollo de las corridas. Proceso que culminó en diferentes “castas” de reses bravas alguna de las cuales han llegado hasta nuestros días.


Las características de un toro de lidia son básicamente que el toro esté encastado, lo que se manifiesta por su capacidad de lucha y su fiereza, que tenga la fortaleza de un animal sano, criado en las dehesas y con preparación atlética para el enorme esfuerzo de la lidia; que tenga el trapío de su casta, que se traduce en determinadas características morfológicas y en definitiva en belleza; y que tenga la edad requerida y obvia integridad física.


Ese perfil es absolutamente necesario para que la Fiesta de los Toros sea lo que debe ser, lo que siempre ha sido y lo que reglamentariamente está previsto que sea. Cuando se contempla y se torea un animal así se transmite emoción, mezcla de admiración y miedo.


He oído a muchos aficionados decir que lo que les gusta es ver a los toros y mejor verlos en el campo, y ese es el caso de todos los profesionales sean ganaderos o toreros. Ese tipo de toro debe seguir criándose porque así lo exige la autenticidad de la Fiesta. Ese tipo de toro debe seguir existiendo en nuestras dehesas porque es una maravilla de la naturaleza.


Cuando sale un toro con esas características, cuando se mueve por la plaza, acomete y lucha, el toro se contempla con admiración, y parece el animal mas bello y poderoso de la naturaleza.


Por otro lado, el oficio de torero conseguido con la adquisición de una técnica antigua y depurada, trasmitida por sagas centenarias de toreros míticos, con la experiencia de muchas corridas lidiando y saliendo a veces malherido, enfrentándose a una suerte incierta, al riesgo de una cornada mortal, lo que va creando personajes que combinan con pasión el riesgo, el valor o el miedo, la aplicación de unas habilidades en el extremo de lo heroico.


Cuando alguna vez se conjugan todos los factores, el encaste, la bondad y bravura del toro de lidia, el valor, la maestría y calidad del torero y el escenario magnífico de la plaza, la emoción es incontenible y el espectáculo puede llegar a los umbrales de lo sublime. Por emplear un término, se habla entonces de arte.


En la Plaza de Toros de la Ventas de Madrid a veces ocurre eso y si eres testigo te enganchas apasionadamente. Y esperas a que ocurra de nuevo. Y a veces ocurre en mayor o menor grado. Y lo disfrutas. En eso consiste la afición. Algo que no es fácil de explicar y que es mal entendido. Quizá es imprescindible ir a la plaza, ver muchos toros y toreros, escuchar a los buenos aficionados y a los que saben, que son pocos, entender de que va de verdad la Fiesta y que te ocurra que un día sientas una gran emoción.


Hablamos del toro de lidia. Sin embargo ese toro apenas existe. Se lo han cargado. Si hubiera que resumirlo en una razón se podría decir que a partir de los años 60 la Fiesta entra en un proceso de degradación por la incidencia de la comercialización moderna.

Tomando por ejemplo un acontecimiento taurino de primera línea como es la Feria de San Isidro en la Plaza de Toros del las Ventas, que es la primera plaza del mundo, donde se pueden lidiar unos 180 toros, se podrían contar con los dedos de una mano los toros que se ajustan a ese perfil reglamentario. Entre estos se elige el Mejor Toro de la Feria, premio que muchas veces debería quedar desierto.


El Reglamento Taurino Nacional indica al respecto en su Introducción:

“Las reses bravas, eje sobre el que giran los espectáculos taurinos en sus variadas modalidades, son objeto de especial y minucioso tratamiento con el fin irrenunciable de articular las medidas precisas para asegurar la integridad del toro, su sanidad y bravura y la intangibilidad de sus defensas, previendo a este fin la práctica de reconocimientos y análisis que lleguen a determinar con absoluto rigor científico y con total objetividad las posibles manipulaciones fraudulentas de las reses. Por lo que respecta a los reconocimientos previos y “post mortem” de las reses a lidiar, se prevé la posibilidad de que los ganaderos y empresarios puedan designar un veterinario para asistir a tales actos, a fin de garantizar el principio de contradicción que debe presidir estas operaciones garantizando, en todo caso, que no se produzcan situaciones de indefensión para los afectados.”


La eliminación de las castas tiene varias razones. Después de la guerra muchas ganaderías quedaron esquilmadas. No se podían sacar toros de cuatro años, y los sacaban de tres. Luego con Manolete en plena fama empezó el fraude del toro chico y afeitado. Con el Plan de Desarrollo y el turismo se empezó a cambiar los parámetros de la Fiesta. Ni ganaderos ni toreros estaban interesados en mantener la Fiesta en su pureza. Los toros eran un negocio y punto. Muchas ganaderías empezaron a buscar un tipo de toro que fuera cómodo y sin peligro para el torero y secundaron prácticas fraudulentas de empresarios taurinos para quebrantar la fuerza de los toros. Ciertas ganaderías acertaron en la obtención de un nuevo tipo de toro chico, manejable, con un poquito de casta y clase en la embestida, toros “de carril”. Se impusieron los métodos científicos de selección genética frente a los tradicionales basados fundamentalmente en la selección por el comportamiento de bravura. Los toros de casta eran rechazados por los toreros “de cartel” y sus apoderados por su peligrosidad potencial, llevando a las ganaderías de procedencia a una situación de dificultades si no de inviabilidad. Muchos optaron poco a poco a eliminar estos toros y a sustituirlos por aquellos. Así durante muchos años, hasta que al final prácticamente solo queda un encaste y todas las ganaderías tiene toros de ese único encaste, una especie de monopolio comercial y un tipo de toros que en general es una mierda. Hay excepciones, ganaderías que han seguido otras políticas, que han cuidado y mantenido el encaste, por ejemplo el encaste Albaserrada, y hoy sostienen lo que de importante y autentico existe en la Fiesta. No es una exageración, lo opinan todos los aficionados. La mayoría de las Ganaderías son rechazables. Ver La Lista Negra de Ganadería preparada por la Asociación El Toro: http://www.eltoro.org/boletines/listanegra2009.pdf


¿Que se puede hacer como aficionado?. Pues ser consciente de que se están cargando la fiesta y hacer lo posible por difundir esta idea y manifestar el rechazo a todas las prácticas fraudulentas que recorren todos los estamentos implicados, desde la Administración, los ganaderos, empresarios y profesionales. Hay aficionados que vienen haciendo esto desde hace muchos años. Personalmente mi afición y presencia en la Fiesta tiene esta razón principal.


El debate planteado recientemente sobre la fiesta de los toros está promovido por personas muy respetables pero con una visión limitada y una gran desinformación sobre la Fiesta. Está apoyada por grupos políticos ignorantes, interesados y oportunistas. El verdadero debate es el evitar que la Fiesta se extinga o se convierta en una pantomima por estar en manos de empresarios y grupos de interés poco interesado en mantener la Fiesta verdadera, y si muy interesados en hacer pingües negocios sin el menor escrúpulo.