lunes, 31 de agosto de 2009

Larache en el corazón

(festejos callejeros de una boda en Larache)


Se encuentra esta ciudad de la costa atlántica de Marruecos en la zona donde desemboca el río Loukos que baja aguas desde el Rif. En su desembocadura el río forma meandros y la zona se inunda con las subidas grandes de las mareas, determinando zonas húmedas donde crecen plantas que aguantan el agua marina, se forman lagunas y permite la creación de salinas. En la salida al mar se forma un estuario donde está construido el puerto de Larache.

La ciudad tiene unos orígenes remotos. En la orilla norte del río Loukos sobre una colina hay restos arqueológicos, Lixus. Aparte de pobladores anteriores, la colina fue asentamiento primero de fenicios (años 1000 a.C), luego de cartagineses (siglo VI a. C.), luego de romanos hasta el siglo V d.C. y finalmente de árabes. En el siglo IX, los árabes decidieron cambiar el emplazamiento de la ciudad y se fueron a la colina al sur del río, junto al estuario, donde crearon la ciudad de Larache. En el siglo XVI los portugueses construyeron una fortaleza y controlaron el emplazamiento hasta el siglo XVII, en que los españoles ocuparon por primera vez Larache. Después desde 1911 hasta la mitad del siglo XX, Larache fue el primer puerto del Protectorado español.

Las mejores vistas de Larache se obtienen desde la colina de Lixus y desde la costa norte del estuario junto al espigón y la playa. Aparece Larache como una ciudad de abigarradas casas blancas, deslumbrantes al sol y envueltas en la reverberación lumínica de una ciudad cálida a las orillas del Atlántico. Resaltan las ruinas de la fortaleza sobre el acantilado, y en la parte alta las calles de la medina y la kasba.

La ciudad gravita en torno a la plaza de la Liberation, antes Plaza de España, que se puede considerar el centro de la ciudad. Es una bonita plaza construida en la época del protectorado con muchas casas coloniales. Esta plaza es el punto de unión de la antigua medina y de la ciudad colonial.

La medina, no muy grande, se extiende entre el castillo de Kelibach , el Castillo de la Cigüeña y el puerto, y estuvo en la antigüedad amurallada.

Entrando por la plaza de la Liberación se cruza la puerta de Bab Barra o de la Medina y se accede a una bonita plaza porticada, la Alcaicería, o zoco chico, centro neurálgico del zoco, antigua plaza de armas. Esta plaza es una maravilla por sus casas, sus columnas, sus azoteas, y el bullicio del mercado. En ella se encuentra la mezquita Mayor, a la izquierda la Madraza del zoco chico, junto a la antigua calle Hospital que lleva hacia las ruinas del castillo de Kelibach, también llamado de San Antonio.

A la derecha de la Alcaicería se encuentra la puerta mudejar de la Alcazaba, del siglo XV. Continuando por ella hacia el este, se pasa por la plazoleta y mezquita de Anwar con alto alminar octogonal, junto a ella el morabito de Abd el Krim Al Bacuri.

Se sale de la medina, por la plaza del Majzén, antiguo patio de armas situado junto al alcázar del siglo XV. Desde este lugar se divisan espléndidas vistas del puerto, estuario y colina de Lixus.

Junto a la puerta de la Alcazaba de la Alcaicería arranca una calle que llena de comercios y de bullicio se precipita hacia el puerto. Al final de la calle, y justo delante de la explanada de entrada al puerto, la humareda anuncia pescados asados a la brasa, principalmente sardinas, para los trabajadores y viandantes. En la explanada se vende pescado en un mercado improvisado, desordenado, en cajas sobre el suelo.

El puerto no es grande pero está lleno de barcos pesqueros. Al atardecer el trasiego de descarga de pescado y de preparación de redes es importante. Pocos puertos tienen igual actividad.

Al fondo del puerto hay otro trasiego, el de los vecinos que van y vuelven a la playa del otro lado del estuario. Para cruzar las aguas del puerto se dispone del servicio de pateras que cargan y descargan gente siendo el límite de carga la cantidad de gente que hace llegar el agua al borde de la patera. Lo espectacular es que en el lugar donde en tiempos hubo una escalera ahora solo hay grandes piedras de la nueva escollera, y en el desembarco aparte del salto de salir del barco hay que engancharse en las rocas y trepar.

Al decir de muchos y como puede verse en fotos de los años 20 y 30, Larache era una ciudad bonita y limpia, con edificaciones importantes, jardines y zonas verdes. Desgraciadamente, sus edificios, calles, y parques se han ido deteriorando. La línea de ferrocarril desapareció, el puerto quedó marginado, el legado arquitectónico y urbanístico hispano marroquí se fue deteriorando.

Últimamente se están efectuando restauraciones dentro de la medina como la puerta de la Alcazaba, la Kasba, algún edificio de la plaza de Liberation, etc. Y parte de la ciudad está levantada, pero no parece suficiente para corregir el abandono ya secular.

En muchos barrios nuevos, seguramente por culpa del gran crecimiento reciente, la ciudad acusa falta de limpieza y desorden urbanístico. Casas a medio construir, restos de escombros de obras y basuras son con frecuencia abundantes.

Algunas dotaciones de la ciudad, como el magnifico y espeso pinar existente entre la ciudad y el mar, hacia el faro de punta Nador, lugar de paseo y de acceso a playas, están poco cuidadas.

A pesar de sus carencias, la ciudad sigue siendo encantadora y atractiva. Y especialmente activa en los meses de verano.

En las mañanas el Mercado, ubicado en un edificio de estilo neo árabe y en sus alrededores, ofrece todos los productos. Hay que destacar la abundancia de pescados y de productos agrícolas, y entre ellos los melones y sandías de los que Larache y sus alrededores es un paraíso.

Al atardecer mucha gente de Larache se va hacia el centro. Una zona especialmente concurrida es el Balcón Atlántico ("barcolántico" según los lugareños), paseo que bordea el mar por la zona del acantilado. Miles de jóvenes pasean, muchos se sientan en el bordillo donde no queda sitio. Es entretenimiento general mirar a los paseantes y comer pipas. Zonas de cafeterías llenas de multitudes. En las calles colindantes todo son tiendas y comercios bulliciosos.

El tráfico es abundante y un poco desordenado. Para todo conductor evitar otros vehículos, baches, carromatos, burros, bicicletas y niños, que se cruzan, etc., exige habilidad, y deben serlo porque no parece que se produzcan accidentes.

El transporte disponible para trayectos urbanos es el de minitaxis exclusivamente. Suelen ser coches pequeños Fiat, de muchísimos años. Se utilizan colectivamente hasta el máximo de tres plazas, con incorporaciones por el camino. Hay muchos pero en las horas punta en que todo el mundo baja al centro no es fácil conseguir uno. El precio es reducido (unos 3 dirham por trayecto y persona). Para ganar suficiente, el taxista tiene que hacer muchos recorridos y la forma de conducir es tipo rally. Hice un recorrido en el asiento del copiloto siendo ya de noche con un taxista que como todos era un magnífico conductor. Por lo poco que se veía dudé de que llevara luces, pero sí llevaba. Se sabía los baches de memoria y corregía de derecha a izquierda para evitarlos. Para cruzarse con otros apuraba el recorrido hasta el punto de choque con el vehículo u obstáculo para dar un volantazo certero que lo evitaba en el punto de encuentro o cruce.

Lo mas sorprendente es que peatones y coches conviven sin conciencia del peligro y con cierto desprecio mutuo, de manera que muchos jóvenes no se apartan obligando al conductor a evitarlos por los pelos. Por supuesto, no hay cinturones de seguridad, y semáforos me parece que un par de ellos en toda la ciudad.

Aparte del cementerio musulmán de Lal-la Menana en los alrededores de la medina, lindando con las murallas, continuando por el balcón del Atlántico, hacia el faro de punta Nador , o bien yendo hacia los barrios nuevos al oeste de la ciudad, se llega a una zona donde se encuentran sucesivamente cementerio cristiano español, un cementerio mas chico judío y un gran cementerio musulmán. El cementerio cristiano es visitable y cuenta con la tumba de Jean Genet.

Dice Goytisolo que "Genet está enterrado en el cementerio militar de Larache, y durante bastantes años convivió su tumba con las de los militares españoles que estuvieron allí luchando durante la época del protectorado. Más tarde se trasladaron esas tumbas de militares a otras zonas. El gobierno español decidió regalar esa tierra al gobierno de Larache con la condición de que no se edificara y fuera un jardín público. La municipalidad de Larache quería explotarla inmobiliariamente y el cónsul español en Tánger, que era una persona culta, dijo, "Además está la tumba de Genet", y parece que le dijeron que no pasaba nada si se sacaba de allí la tumba, que no importaba nada".

Actualmente las calles de acceso a los cementerios y zona de entrada están muy deterioradas y por ellas se acumulan escombros y basuras.

La gente de Larache es buena gente, hospitalaria, fraternal, solidaria. Aman su ciudad y esperan que mejore.

Me impresionó un buen señor, que es el guía de Lixus. Espera a la sombra de unos eucaliptos, en la zona de las ruinas donde están los restos de la fábrica de garum, que llegue un visitante. Siendo ya un poco mayor camina ágil y con la prestancia de un senador romano. Hombre culto y políglota. Generoso, minucioso y certero en sus explicaciones, hace fascinante la visita. Ya su padre fue vigilante y guía de Lixus. El continuó su labor desde niño. Ha participado en todas las excavaciones. Nacieron él y sus hermanos en una casa, la única habitada de Lixus y en ella vivieron hasta mayores. Una vez, un gobernador de Larache decidió que se destruyera su casa por estar en zona arqueológica. A cambio no le dieron ninguna otra, ni dinero ni tierra. Ahora viene a diario desde su casa actual alejada para seguir siendo el último señor de Lixus. Quisiera que su hijo continuara su labor de guía de por vida de Lixus.

Aunque solo fuera por ver Lixus hay que ir a Larache.

Imágenes antiguas de Larache