lunes, 28 de julio de 2008

Petardus Gloriosus




Llevamos ya cerca de diez años yendo en verano al Festival de Teatro de Mérida.

Aunque el Festival ha sido la razón y excusa perfecta para renovar año tras año nuestra cita, con las visitas hemos conocido cada vez mejor Mérida, su entorno y hemos profundizado en la amistad de nuestro generoso amigo y anfitrión. Tiempo suficientemente largo para llegar a una afición inequívoca por lo extremeño. Y casi para no poder prescindir de nuestra dosis de teatro clásico en su teatro romano.

No siempre hemos podido elegir la fecha mas conveniente, por los problemas de agenda de la canícula veraniega. Pero de hecho, en el fin de semana que se elegía la obra que se representaba fué siempre digna y de nuestra complacencia.

Esta vez convocamos a mas amigos y fuimos unos desde Madrid, otros desde Sevilla, y con los de Mérida planificamos unas jornadas en torno al teatro, que pensábamos iba a ser como otros años espectáculo de calidad garantizada.

Íbamos a ver nada menos que la obra Miles Gloriosus de Plauto. El Tomo I de las Obras Completas de Plauto que lo contiene se había agotado en la librería especializada La Avispa, lo mismo por la expectación creada.

Quiero ya poner por delante que el montaje previsto y algún intérprete no dejaban de producirnos un cierto repelús. Pero nuestra afición no está en condiciones de alimentar prejuicios. Así que confiamos en la organización. Además, la propaganda del evento en la televisión local animaba a no perderse la maravilla.

Las jornadas transcurrieron y lo gastronómico, paisajístico y turístico cumplió sobradamente. Pero mira por donde, el acontecimiento central, el teatral, al que se le suponía calidad garantizada, resultó ser cosa de baja calidad.

Salvando la actuación de Pepe Viyuela, poco bueno que decir y mucho de lo contrario: desde el excesivo uso de vulgarismos y soeces sandeces que incorpora y añade la versión de Copete hasta el desmedido protagonismo de José Sancho que no se corresponde ni con el papel que le toca ni con la interpretación que del mismo hace.

No se queda el cuerpo como para buscar críticas, pero casualmente Rosana Torres ha publicado en el País del pasado domingo una que si no suscribo totalmente es porque lógicamente ella ha sido indulgente. Ver 'Miles Gloriosus' o un éxito en entredicho
Y como del teatro que vimos no vale la pena seguir hablando, si tenemos que recordar lo que si lo mereció en esta ocasión:
Un paseo por la orilla del Guadiana camino de Alange por una nueva senda para llegar hasta el encuentro con el río Matachel pasando por la Fabrica del Agua. Seguir hasta Alange y comer en la terraza cubierta del Balneario.
Visitar Medellín y ver desde su castillo los meandros del Guadiana, los restos de su teatro romano, sus Iglesias y su plaza.
Visitar la villa de Olivenza, ver en el castillo su magnifico museo etnográfico, subir a su torres, murallas y baluartes, y comer en el Restaurante de un palacio que se llama Hotel Arteaga.

domingo, 20 de julio de 2008

Ensoñación para el buen dormir de una chica. O Dormir en el Retiro

Un veintitantos de Julio nueve de la tarde noche, hace muchísima calor y camino a la mejor heladería de Madrid, que esta justo al lado de la boca de Metro de Príncipe de Vergara, te desvías para cruzar por el Retiro. A esas horas, que en invierno no son recomendables por la abundancia de chorizos, están los mismos chorizos y miles de vecinos mas, y miles de perros vecinos mas, todos refugiados de los calores, en este vergel, oasis madrileño, donde la temperatura no pasa de los treinta cuando afuera está cerca de los cuarenta. Entras en el Retiro y ya no quieres salir, e imaginas que con el permisos de la autoridad competente, en la realidad incompetente, podría ponerse el Retiro al servicio del pueblo, de los sufridos madrileños, dejándoles estar allí cuanto quisieran, noche incluida, para pasar las horas de calima, las noches cálidas, como en el Sur cuando para poder dormir las noches de verano sacas el colchón a la terraza.

No quiero perderme en las arrebatadas imágenes que el Retiro siempre proporciona, aunque esta vez si voy a recordar como tres chicas de afición circense han enganchado una larga cuerda a una rama altísima de un plátano y como una de las jóvenes enganchada por un tobillo a media altura del árbol gira y gira como una bailarina invertida, al ritmo frenético que la joven de abajo la agita, chica ventilador del Retiro, belleza veraniega volante.

Vuelve a mi imaginación las verdes y fresquísimas pradera ya ocupadas por múltiples jóvenes que no por pereza buscan la horizontal y lo que es tan obvio, que es quedarse allí a pasar la noche compartiendo la multitudinaria cama, no parece administrativamente posible Salvo si lo proponemos y lo hacemos y somos muchos los ocupas nocturnos del Retiro. ¡Ocupemos las noches de Retiro!. Imagínense, los que quieran, los que desconsideren el horror placentero del aire acondicionado y el putrefacto vicio de la telebasura nocturna, que la tarde noche transcurre en este parque sin mas iluminación que una discreta vela, donde todo propicia al coloquio amable con tus amigos, tan alejados durante la vida ciudadana diurna, y que la noche misma trascurre plácida y fresca. Y a la hora de dormir mil sitios para encontrar acomodo y para el dulce sueño, en sitios bajo el rumor de las ramas, en otros contemplando las estrellas. No llegaría ni animaría este mensaje a tantos como pudieran llenar el Retiro y aunque así fuera sería interesante considerar la experiencia. Solo el respeto mutuo y el cuidado escrupuloso al medio natural son las condiciones para hacer viable este proyecto, que yo pondré en marcha a partir de la próxima noche. Con colchón inflable.

De vuelta al sufrido y tórrido urbano hogar la elefantiásica bandera de Colón yace en lo alto exhausta, inmóvil, colgada como un colgajo de color, sin mover una fibra. Plaza dura de granito, desprovista de importantes árboles. Si los hubiera, aunque no corriera una gota de aire ellos moverían voluntariamente las hojas para caricia y alivio de los humanos.

martes, 8 de julio de 2008

El Lío de Urkiaga

Joaquín tuvo una idea, atravesar los Pirineos desde el Cabo Higuer al Cabo de Creus, siguiendo la ruta pirenaica del GR 11, en cinco años, a una semana por año. Propuso una fecha para empezar, la última semana del mes de Junio y dijo que el ya estaba apuntado, que quien le seguía, y planteaba las etapas clásicas de la senda pirenaica, si cabe un poco endurecidas porque el plan inicial era llegar en una semana a Osaba.

Plan tan atractivo por quien lo proponía y por la propuesta que era imposible rechazar. Nos apuntamos incondicionalmente, pero con reservas, valga la contradicción, tuvimos noticias del plan, nos pareció un poco loco, hicimos comentarios, nos reunimos a cenar en el Rincón Murciano, pedimos opinión de nuestra experta en Pirineos, fuimos elaborando estrategias, modificamos el plan, acortándolo claro, nos animamos mutuamente, retrasamos operaciones quirúrgicas de parientas, animamos sin éxito a los indecisos, hubo bajas, hicimos acopio de algunas prendas técnicas, elaboramos una lista larguísima de cosas necesarias cuyo peso total debía ser mínimo.
La lista final de participantes era breve: Eramos tres. Dos niveles de edad y de forma. El desnivelado era yo.

Que conste desde ya que hubo sesiones de entrenamiento. Uno en Gredos, yo en la Pedriza y Guadarrama, y Joaquín pasando porque no los necesitaba. Que he mejorado el equipo con una mochila muy técnica que no pasa de kilo y medio y que durante los entrenamientos se me agudizaron las tendinitis y fascitis de ambas piernas.

Un problema irresoluble es que en el equipo hay que incorporar ropa para frío o tormenta polar y para los calores propios del verano. Siguiendo las recomendaciones hemos procurado no meter excesivo peso. Yo he conseguido que la mochila no excediera de ocho kilos. Pero ha habido que sacrificar el saco de dormir. Decisión mas que dudosa.



Sábado 21 de junio
Irún. Albergue de Martindozenea

El verano se ha iniciado con casi una ola de calor. La llegada a Irún ha quebrantado nuestros ánimos nada mas empezar. Los 31 ºC y la humedad total la he sentido como un mazazo para gente como nosotros de tierras resecas. El albergue, casa de madera y cristal tampoco está pensada para calores. Las habitaciones altas son un horno. Un golpe de sudor nos ha bañado todo el cuerpo. Un mal augurio de calores insufrible para las jornadas venideras.

Planeamos una simplificación. Ir a Cabo Higuer por la tarde evitándonos ese trayecto urbano en la marcha del día siguiente. Pillamos un autobús para Hondarribia, o sea Fuenterrabía. Caminamos hacia el Cabo Higuer. Se lleva en la cabeza la idea de pegarse un baño, rito meritorio para los que atravesando los Pirineos llegan hasta esa costa y rito iniciático para quien se lo plantea al revés. Antes del Cabo hay una gran playa. El agua está muy fría. Solo Joaquín se baña. Mi rito ha consistido en mojarme los pies, pero ha surtido efecto. Un gran frescor nos ha llegado, y ha empezado a cambiar la tarde con nubes que la brisa atlántica empujaba hacia las colinas que bordean Irún, jirones densos de nubes que en las colinas quedaban atrapados para procurar nieblas a los árboles y a los caminantes del día siguiente. Luego a la tarde empezará a llover, lo que nos anima a volver. Por la noche se convertirá en tormenta y fuertes lluvias.

Cenamos en el Bar Restaurante Stop de Irún, no muy lejos del Albergue. Cerveza, sopa, ensalada, patatas fritas, merluza cocida, vino y licor de hierbas. Cocina de calidad. Durante la cena en la guerra europea del fútbol los rusos vencen a los holandeses, lo que celebramos con un brindis, no se por qué.

Esa noche dormiremos mal, acompañados de mosquitos de trompetillas chirriantes. Los primeros sueños interrumpidos por los ruidos de un grupo de jovenzuelos sin modales y sin piedad. El calor y los mosquitos se reparten la tarea de dejarnos insomnes toda la noche.



Domingo, 22 de junio
Irún – Lesaka
Albergue Matxinbeltzenea (Lesaka)

La mañana está fresca, todo mojado de lluvia y de humedad. Atravesamos Irún a hora temprana mientras grupos numerosos de jóvenes deambulan de vuelta de una noche de sábado. Un mundo al revés, nosotros deberíamos ser los ebrios y ellos los saludables montañeros. Buscamos la salida descrita, pasando bajo la autopista de Pamplona, para iniciar unas rampas rampantes e interminables que suben hasta la llamada Ermita de San Marcial, santo bueno para encomendarse ante de las batallas, la última ganada en la guerra de los Franceses. Enseguida encontramos la niebla, no muy espesa, que va a durar toda la mañana. En esta parte de la ruta se atraviesa un Parque Natural llamado Aiako Arria (Peña de Aya). Gran entretenimiento tuvimos en esta parte de la ruta, por la belleza del parque y por una prueba de ciclismo de montaña que transcurría durante la mañana coincidiendo en parte con nuestro itinerario. Como en otras ocasiones que te asomas al País Vasco se ve la grandísima afición a la bicicleta. No notábamos entonces el esfuerzo de la marcha porque para esfuerzo el de los ciclistas y porque animábamos continuamente a los que pasaban, muchas veces desorientados por la niebla. Joaquín, nuestro ciclista, vivía un momento de entusiasmo.

Bajamos hacia el pantano de San Antón, ya en tierras navarras. Se quitaron las nubes, empezamos a pasar calor y el sol nos abrasó. La subida por una vía hormigonada es fuerte. Arriba encontramos un restaurante cerrado por vacaciones. Comimos en el porche, tomamos fuerzas, seguimos, había que encontrar la desviación a Lesaka. En un cruce continuamos por donde no era, retomamos el camino, solo quedaban seis kilómetros, eso no era nada. Por fin bajando una cuesta pronunciada entramos en Lesaka, por donde una acería, fábrica de laminados, Acelor Mittal. Jode entrar así desde la naturaleza a la urbe. Y cuesta entender que un pueblo tan bonito tenga su valle y su río ocupados por una acería y que los aires de las montañas allí cambien a efluvios fabriles.
Tras la ducha en el albergue y reconocimiento de que seguíamos libres de ampollas había que dar una vuelta por el pueblo. Tomamos una cerveza en el hogar del jubilado. Buscamos un restaurante barato en las proximidades de la fábrica, pero era domingo y estaban cerrados. Terminamos en el Casino. Probamos un vino que nos sirvió una camarera vasca de pelo corto. Jugaba esa noche la selección española de fútbol contra la de Italia. Había bastante indiferencia en el bar por este hecho. Una mujer se acercó a la barra y pidió si por favor podían poner el partido en una tele conectada a la ETB. No faltaba mas. Nuestra jugada de aquella noche era cenar y el sitio prometía. En el restaurante estábamos solos. Nuestra vasca nos atendía como a heroicos montañeros que además desatendían el fútbol españolista. Había sobre un mostrador que separaba el comedor de la cocina una repisa donde adornaban la estancia varias gallinas disecadas que en su tiempo pondrían esplendorosos huevos. Por eso estaban allí como iconos de lo mejor de la casa. Decía nuestra vasca que en gastronomía eran famosos, y nos enseño una reseña de Le Monde que así lo decía, por su tortilla de patatas, que hacían como es usual pero poniendo aparte de la patata cantidades iguales de cebolla y pimiento, pero lo importante eran los huevos de sus gallinas. No pudimos probar la tortilla por ser tarde y requerir aviso previo, pero tomamos una sopa de pescado excelente y otro tanto de chipirones en su tinta. Nos fuimos a la cama sin saber que pasaría con el famoso partido de fútbol. Ni nos importaba. Nos quedaba un bonito recuerdo de Lesaka.
Por si vais: Restaurante Casino. Josefa Sagardía Alzugaray



Lunes, 23 de junio
Lesaka - Elizondo
Albergue Lekaroz. Valle de Baztán

El tramo entre Lesaka y Vera hay que hacerlo por carretera, y ya de mañana temprano es horrible y peligroso por el tráfico y por los sucios y estrechos arcenes. Antes de llegar a Vera cogimos un camino a la altura de donde están construyendo un nuevo túnel, tramo que asciende vertiginoso, te mete en la naturaleza y te olvidas de lo anterior. Ese camino nos ha de llevar a conectar con el GR11 que sale desde Vera. En lo alto nos dejamos llevar por la intuición y tenemos un monumental despiste pues bajamos por una pista camino abierto por maquinaria pesada que nos lleva a un barranco profundo sin que encontremos la forma de vadear un arroyo que por allí pasa. Tenemos que volver otra vez hasta arriba y antes de iniciar la marcha ya estamos agotados. El camino era un vertedero de excavaciones del túnel. Retomamos el camino bueno. Pega fuerte y amenazante el sol. Un paisano nos dice que vamos bien y nos avisa de un previsible cambio del tiempo que es observable por el comportamiento de las lombrices, por aquellas tierras del tamaño de culebras. Al ir ganando altura la proximidad de las nubes refresca nuestra marcha. Llegamos al GR 11 a la altura del Collado de Idoia. Después llegaremos al Collado de Lizarrieta en el que existe una venta (Venta de Lizaieta) donde puedes pillar un buen refresco. Allí había un puesto fronterizo y hoy queda una venta donde se vende todo para cazadores. En ese punto el GR se mete en Francia y se sigue paralelo a la frontera.

Hay en esta zona, muchas torres cuya razón no se entiende a primera vista. Luego he leído lo de las palomeras de Etxalar. A las palomas torcaces y tórtolas las acribillan a tiros cuando remontan los Pirineos. Aquí en los Pirineos los municipios subastan los puestos de caza y se paga una pasta por los puestos. Parece que la legislación europea prohíbe tirarles a la ida pero no a la vuelta en otoño. En el Collado de Usategui las cazan sin armas de fuego, lanzando makillas pintadas de blanco para que sean confundidas con rapaces. Cuando las palomas en vuelo se van a proteger hacia la arboleda allí las cazan con largas redes puestas entre las hayas. Estén en Francia o en España estos artilugios de caza hay que derribarlos. Ya está bien de brutales cazas de palomas. Las acribillan en los pasos de los Pirineos, cuando atraviesan las estepas castellanas y a las pocas que quedan se las cepillan en Marruecos. En estas torres los alrededores aparecen llenos de cartuchos que los cazadores tiran bajo la indiferencia de los municipios.
Después de dejar la línea fronteriza el camino se dirige a una vaguada y luego en continuo ascenso te adentras en el Parque Natural del Señorío de Bertiz, bordeándolo por su parte noreste hasta los puntos mas altos de la ruta, por las inmediaciones de los montes Larrondo y Urruzpi. En algún punto comemos. El tiempo cambia, la tarde avanza y amenaza la tormenta.

Hartos ya de caminar llegamos a una zona recreativa en los altos de Elizondo. Allí hay mesas y una fuente de la que bebemos como si viniéramos del desierto. Una joven estupenda está echada sobre el césped leyendo y tomando el sol, pero empieza a recoger porque están cayendo gotas gordas de tormenta. La joven se inclina para recoger su manta y libro y por la inclinación de la montaña deja entrever su lindo pecho. Ha sido lo mejor de la jornada. Urgidos por la inminente tormenta empezamos el descenso hacia Elizondo. El GR va a tramos por la carretera y a tramos atrochando. En estos los senderos son como zanjas excavadas por la lluvia y embarradas de arcilla. Las abundantes lluvias de este año han hecho crecer los helechos que están casi a dos metros de altura. Los helechos y los tojos invaden y cierran el sendero y nos azotan al paso las piernas, los brazos, y a veces la cara. Empieza a llover fuerte. El de cabeza que intuía la gran lluvia se ha marchado por delante despavorido. Los de cola decidimos en un punto seguir la carretera para evitar los posibles arroyos y avenidas por nuestro paso. Llueve fuerte. Un coche desciende del puerto y para a nuestra altura. Es la preciosa joven del Alto. Nuestra devota mirada ha sido recompensada. Nos ofrece acercarnos a Elizondo. Aceptamos encantados aunque Elizondo está ya a tiro de piedra. Le llenamos el maletero de mochilas y los asientos de agua. La chica nos lleva hasta la puerta del albergue en Lekaroz. Le invitamos a una cerveza en el bar inexistente del Albergue pero se excusa por las prisas. Le agradecemos el gran favor y yo quedo impresionado de haberlo recibido de una chica a quien de soslayo le miré las tetas y ella lo sabía.

Al Albergue de Lekaroz, antiguo colegio de capuchinos antes, hoy albergue para jóvenes regido por el Gobierno Navarro. Tiene grandes habitaciones, camas separadísimas según un casto y precavido diseño y amplísimos ventanales, al albergue digo llego con el máximo nivel de cansancio o agotamiento del periplo. Los tres ocupamos una habita de seis. Prácticamente voy de la ducha a la cama. Bajamos a cenar con una chiquillería ruidosa, niños y niñas de un colegio vasco allí alojados. La jornada siguiente va a ser muy dura y un temor vago flota en mi mente. Mi chica me llama, me anima, me anima a seguir. Me llama montañero mío. Ya no tengo excusas, hay que seguir. La noche llega en plena tormenta. Desde la cama oímos una sinfonía de truenos y por el amplio ventanal contemplamos los rayos que siguen mucho después de quedar profundamente dormidos.



Martes, 24 de junio
Marcha prevista:
Elizondo – Puerto de Urkiaga – Casa Pablo

La mañana está fresquita. Atravesamos Elizondo siguiendo el Bidasoa, y nos maravillamos de la bella urbe, capital de El Baztán, donde todos son hidalgos desde 1397 por concesión del rey navarro, caminamos por sus soportales, vemos sus viejos caserones, buscamos la salida por donde la Iglesia, dirección la Ermita de la Magdalena.
La etapa planteada es muy dura. De Elizondo a Urkiaga hay 19 kilómetros con un desnivel a salvar de 1000 metros. Añadirle adicionalmente el tramo Urkiaga – Casa Pablo da una longitud total de 27 kilómetros y un desnivel acumulado de 1450 m. de subida y 850 de bajada. Demasiado para una sola jornada.

La ruta empieza también empinada pero el tiempo desde el principio es de neblina, casi lluvioso, perfecto para caminar. Desde el principio buenas sensaciones en las piernas. El cansancio parece disipado y la mochila ligera. Y eso que el camino es un continuo ascenso.

De cuantos robledales, bosques de castaños y hayedos hemos atravesado no se puede dar cuenta. Recuerdo senderos hundidos metidos entre alambradas por donde bajaban arroyos. Parece como si se hubiera dejado para el camino público lo intransitable sin alternativas para salvar los barrizales. Fuentes no faltaban y aprovechábamos para llenar botellas y beber mas de lo necesario. No se guarda bien la mesura cuando el calor, la humedad y la permanente subida hace que el cuerpo y la ropa vayan completamente empapados de sudor.

Las vistas hacia atrás de los valles de Elizondo nos podrían haber convertido en estatuas de sal. Hacia delante la claridad desaparecía mientras quedábamos envueltos en suave neblina. En el Collado Urballo una bonita casa cerrada ofrece un porche para descansar y ventilar los pies. Al remontar el collado se divisan los valles franceses. La señal del GR11 está en una torre de cazadores, pero no encontramos la siguiente. Nuestro amigo intuitivo intuye que el camino ha de seguir por la izquierda. Luego averigua que hubiera vuelto a Elizondo o a la Bretaña. Retomamos la senda buena. La del Alba sería la Peña que rodeamos interminablemente por detrás, hasta llegar de nuevo a la frontera francesa que continuamos y luego abandonamos dirección Collado de Zaldiegui. Comemos en un alto. Continuamos y llegamos como a la hora del café a la cabaña llamada de Txau-Xilo, rústica y alargada casa que la define una guía como refugio de cazadores,. Allí encontramos a Xavier, robusto paisano, que parece habitar la Cabaña. Paramos un poco, atraídos por la locuacidad y amabilidad del personaje. Nos ofreció tomar una copa si lo deseábamos. Pillamos agua de un arroyo y Xavier nos habló de su maravillosa agua corriente. Decía que la casa fue en tiempos ocupada por la guardia civil para vigilancia de fronteras, hoy era refugio para sus retiros a la montaña. El patio que quedaba entre la cerca de piedra y la casa estaba adornado por bancos de piedra y una enorme mesa contruida con una rueda de molino. Le dijimos que veníamos desde Irún camino de Ochagavía. Con la seriedad de quien no vacila nos dijo que ese trayecto se lo hacían antes los leñadores de Irún en una jornada y que además volvían desde Iratí cargados con un tronco. El personalmente no podía dar cien pasos en cuesta sin fatigarse. Sobre la marcha Xavier debió indicarle a nuestro intuitivo guía que arriba encontraríamos una valla y que siguiéndola llegabamos a Urkiaga. Yo le escuche las recomendaciones de que observáramos como desde lo alto era visible Biarriz, Endaya, Francia…

Me inquietaba la largura y el tiempo de la marcha restante, lo que no nos permitía dar la respuesta debida a la hospitalidad de Xavier, por lo que nos pusimos pronto en camino. A poco mientras subíamos entró una fuerte niebla que lejos de quitarse iba a mas. Seguimos subiendo siguiendo los hitos hasta encontrar la valla que seguimos. No se veía a dos pasos. En un punto avisé a los colegas que el GPS en el que llevaba la ruta grabada indicaba otra dirección, que nos estábamos alejando del siguiente punto. Pero la existencia de rutas alternativas, la confianza en las indicaciones de Xavier, la preferencia de la intuición al GPS, hizo que siguiéramos la valla. Las señales desaparecían en una zona muy abrupta llena de rocas. Con tanta niebla no podíamos subir por allí. No parecía que ese fuera el camino. Volvimos, buscamos la señal a partir de la última encontrada, cruzamos la valla por un puentecillo que sugería la posible continuación por allí de las marcas. Nuestro impulsivo guía se lanzó adelante en plan avanzadilla. Se lo tragó la niebla. Volvió como en un cuarto de hora. Anunciaba un camino que podía ser pero no había señales. Con resignación nos fuimos tras él. Caminos de vacas. A medida que avanzábamos el camino se desdibujaba. Adquiríamos conciencia de no ir a ninguna parte. Decidimos volver y saltar al otro lado de la valla. Llevábamos cerca de una hora intentando encontrar el camino entre la niebla. Desistimos alcanzar el Puerto de Urkiaga. La niebla era mas densa y azotaba. Estabamos chorreando de gotitas de agua. Hacía frío, se hacia tarde. Había que volver a la Cabaña de Xavier, y confiar en que siguiera allí.

La vuelta también era difícil. No éramos capaces de encontrar las señales ni siquiera para volver. Cogimos una senda equivocada. Hubo que volver a subir para volver a bajar. Por fin, después de una señal venía otra, los tres con los ojos bien abiertos para encontrarlas. Estábamos nerviosos. Por fuerza había que imaginarse perdido en la niebla en la montaña buscando refugio. Incluso la marcha atrás ya era chunga porque estábamos demasiado lejos de ningún sitio y dos de tres no llevábamos saco de dormir. La incertidumbre finalizaba. El camino de bajada estaba claro. Al final llegamos a la Cabaña y allí estaba Xavier. Estaba a punto de marchar.

Xavier, nuestro salvador, nos acogió con una amabilidad y generosidad increíbles. Nos ofreció sus mejores bebidas y nos quitó el problema diciéndonos que nos sacaría de alli. Tenía un coche en una pista próxima que hasta allí llegaba desde algún valle interior. Cambiamos el ánimo y la color. Ahora estábamos de sobremesa, sobre piedra de molino, en un lugar maravilloso, entre nubes en medio de la montaña.

Xavier nos ayudó a comprender mejor a las fronterizas gentes del valle de Baztán, su historia y sus ocupaciones. Nos habló de su trabajo y aficiones. Nos dejó su correo y página web, que os aconsejo visitéis. Xavier es Xavier Landa, un gran periodista y un gran creativo en el mundo de la fotografía. Su pagina: http://www.gourmet-image.com/
y http://tabernadelfotografo.blogspot.com/

Nuestra etapa pretendía finalizar en Casa Pablo, caserío aislado por donde el barranco de Sorogain. Xavier pensó que dada la situación lo mejor era llevarnos hasta allí. Hicimos nuestro viaje por valles interiores, pasamos por el anhelado Puerto de Urkiaga y luego dando una amplísima vuelta por el sur llegamos en mas de una hora en coche a Casa Pablo. Xavier fue lo mejor que nos pasó en esa jornada.

En el coche camino de casa Pablo empecé a notar el efecto de la copa de Carlos I y de las varias de pacharán artesanal, mejor que el Bizcarte, al decir de Xavier. Como que veía doble. Y ya estando en casa Pablo me dio una tiritera, que tuve que resolver con un colacao calentito para entrar en calor. El ambiente cálido de Casa Pablo hizo el resto.

Aunque hubiéramos encontrado el camino la jornada habría sido problemática. Nos dijo Xavier que antes que nosotros habían pasado por donde la Cabaña dos jóvenes montañeros. Iban fuerte. Como no volvieron debieron continuar hasta Urkiaga. Pero cuando pasamos por allí no los vimos (En Urkiaga hay refugios para cazadores). A Casa Pablo no llegaron. Allí nos comentaron al día siguiente que habían llamado por teléfono pidiendo que fueran a recogerlos al Puerto. Pero en Casa Pablo solo podían avisar a ver si desde algún pueblo cercano podían enviar un taxi. No llegaron a Casa Pablo donde habían hecho reserva. Sin duda tuvieron problemas con la niebla.

Casa Pablo es un albergue para llegar y quedarse. Quien creó el albergue lo hizo en un sitio divino donde los caminantes pierden su vocación porque todo es un reclamo para que te quedes. Es un puerto con sirenas, esta vez reales.

Sirenas o amazonas, este albergue está regido por tres mujeres, madre joven, hija jovencísima y joven amiga de la joven hija. Venteras alegres, acogedoras y amables, bien guapas ambas tres, y en línea con el espíritu y buen rollo montañero. Insistir con mas halagos sería merecido pero inconveniente. Aunque no sea fácil llegar allí el sitio debe incorporarse a cualquier programa pirenaico, con garantía de curación de duelos y quebrantos montañeros.



Miércoles, 25 de junio
Casa Pablo - Burguete

Jornada de longitud corta planteada como intermedia para procurar un poco de descanso para las venideras. Luego entre los desniveles y los pasos perdidos no ha resultado tan corta.

De Casa Pablo se sale como siempre con bastante pendiente que se mantiene hasta llegar a la cuerda donde se pilla una valla que se continúa hasta llegar al Collado de Arbileta. En las alturas volvimos a tener casi el mismo problema de la jornada anterior. Fuerte y densa niebla. Nos encontramos con un problema similar al del día anterior. Las marcas que se veían iban claramente a la cumbre del Mendiaundi. Pero la guía decía que este era un recorrido de 20 minutos de ida y otros tantos de vuelta en caso de querer hacer cumbre. Dos de los tres desistimos de hacer cumbre en esas condiciones de niebla entendiendo que tampoco era el camino a seguir. El tercero decide que el camino es ese y sigue por ahí. Se marcha. Tomamos una senda que faldea el Mendiaundi pero desistimos y volvemos al Collado en busca en algún punto del camino de descenso. Volvemos atrás por la valla. No encontramos las marcas del camino de descenso, pero encontramos a Mikel.

Mikel es pastor de ovejas, vascofrancés en una de esas zonas de los valles de Baztán donde puedes tener nacionalidad francesa aunque estés en territorio español donde paga impuestos. Ese es su caso, y dice que coge lo que le interesa de uno u otro país, la seguridad social de España, la escuela de Francia…Mikel es un hombre fuerte de unos 65 años. Marcha acompañado de un perro pastor de similar edad perruna, del que dice que aún hace todo lo que el no puede hacer. Al principio no nos entiende. Dice que aparte del vasco habla igual de mal el español y el francés. Sin titubeo se apresta a ayudarnos a encontrar la senda de bajada. Atraviesa la valla poniendo la boina sobre los espinos. Nos dirige por un umbrío hayedo, por donde te hundes entre barro y hojas, hasta alcanzar una pista ancha que nos llevará a Espinal y Burguete. Mikel se nota que es buena gente. En el rato de marcha que hemos hecho juntos hemos congeniado. Cuando le digo que somos tocayos me dice que tenga siempre en cuenta que dos Mikel son como cuatro hombres. Joaquín me dice que en la despedida ha notado en su apretón de manos un afecto como nunca había sentido en similar situación. Mikel es lo mejor que nos ha pasado en la jornada.

En el camino a Burguete y ya casi llegando nos despistamos y cogemos otro camino que nos termina llevando a un precioso hayedo al sur del monte Arrixipi. Echémosle la culpa a los paisanos porque esconden las marcas y aran los caminos. Las sendas alternativas están en algún sitio cerradas con alambradas o vegetación.

A Burguete llegamos a la hora de la comida. Vamos al Hotel Burguete, antes Hostal, o viceversa, sitio absolutamente recomendable. Gran placer cambiar los albergue por este hotel tan especial. Fue refugio de Hemingway tras su estancia en Pamplona y donde escribió “Fiesta”. Allí está tal cual su habitación con los muebles de entonces. El hotel es un museo de muebles, vajillas, fotografías, y hasta un maillot amarillo de Indurain enmarcado y dedicado a la afición. Luego se come bien. Como está en el camino de Santiago es lugar de reposo o visita de caminantes y de todos los que van tras las huellas de Hemingway. Un grupo numeroso de mayores de Bilbao llenan el amplio comedor y se deleitan en la sobremesa con cánticos, risas y bailes.

En Burguete decidimos dar por finalizado el viaje pirenaico y volver a Madrid. En un rockódromo el hijo de Joaquín se ha caído y se ha machacado el calcáneo. Necesita intervención. Volvemos vía Pamplona donde se están preparando las calles para los sanfermines. En Estafeta nos tomamos unos vinos y saludamos a la afición.



El Lío de Urkiaga
Viendo el registro del GPS y la ruta del GR11 he comprobado que dejamos el GR11 a la derecha por seguir la valla que iba derecha a la 1ª cumbre, pero en la bajada la hubiéramos retomado. También hubiera servido le camino de vacas que rodeaba la cumbre por la otra vertiente y que nos hubiera llevado igualmente a retomar el GR11. Pero con niebla y sin conocer por donde vas, ¿quien sabe?.

Hemos dejado para cualquier fin de semana de Otoño en dias sin niebla terminar lo empezado, incluyendo lo de Urkiaga. Entonces seguramente seremos mas.