domingo, 3 de mayo de 2009

Por fin en la Torre Inclinada de la Pedriza

Sin pensarlo inicialmente, sin nuestra compañía que ese día no pudo ser, nuestros amigos fueron  a La Pedriza y como por querencia terminaron dirigiéndose y alcanzando la Torre Inclinada.

Adjunto parte de su crónica. Me gusta porque me dedica un relato llenos de sentimientos. Y de amor a La Pedriza:

 

“Por nuestra parte, salimos más rezagados pero con la intención de disfrutar, antes de que entrase el frente nuboso anunciado. Decidimos por fácil acceso ir al Hueco de las Higueras que nos recibió con un manto de flores blancas del inmenso jaral que por su frondosidad nos supera en altura y que se extiende entre los bloques de granito. Esa flor, tan sencilla y humilde, sin la tersura del rosal silvestre ni de la margarita, arrugada y efímera con su toque amarillo parecían pañuelos blancos que nos saludaran. Después de repuestos de esta primera impresión, cuando miramos hacia el suelo pudimos apreciar que el cantueso y el brezo blanco, abundantes también, estaba en floración, así como la arrogante vara en flor del barrón. Una gozada que aprovechamos para traer algunos brotes para ikebanas”.

 

“Recordamos nuestra anterior incursión, donde usamos tu achuelo y las tijeras de podar para abrirnos paso y seguimos los hitos que fuimos dejando. Los arroyos ya han menguado mucho y sin excesivas dificultades llegamos a la pradera donde sestearon nuestras prójimas la última vez, mientras buscamos el acceso a la Torre Inclinada. Seguimos la ruta hacia el collado que da al Recuenco y a medio camino, se quedó mi chica tomando el sol, como ella quiso, rodeada de un inmenso circulo de peñas en la mas absoluta soledad”.

 

“Deje la mochila y me aventuré a subir hasta la Torre, siguiendo unos hitos que a veces me encerraban en los jarales, viendo la Torre mas cerca, cada vez que levantaba la cabeza, y subiendo de pulsaciones mas por la emoción de llegar a sus pies que por el esfuerzo. Aprovechando la sequedad y adherencia del granito pude trepar en algunos caso sin riesgo hasta su propia base, en una media hora. Que carencia el no poder compartir esos momentos. Hice unas fotos con el móvil, recorrí el entorno, muy abrupto, hasta un collado a unos cincuenta metros donde se apreciaba el  hueco del Recuenco desde arriba. Por el otro lado, a la derecha según subes vi un hito destacado en un pequeña pradera, ideal para reposar y celebrar la estancia y que conducía a una posible ruta por fuera del Hueco y que me quedé con ganas de explorar pues parecía un recorrido mas accesible. Junto a la Torre hay otra mole mas baja en forma de falo totalmente exento pues la torre por detrás esta apoyada. No vi por esa zona chapas de escalada y no me atreví a rodearla porque tenía que seguir trepando y supuse que mi chica, como así fue, estaría impaciente por empezar a tomarnos las viandas: una ensalada de judías y remolacha, pepino y zanahoria, muy sabrosa y colorista, y un arroz con algas y pasas que me supieron a gloria mientras miraba de reojo la vigilante Torre en lo alto”.

 

“Así que en cuanto halla un día propicio, sin solana, tenemos que subir, por donde yo lo hice, o buscar la ruta por fuera porque es un espectáculo y llevar a las chicas”.