lunes, 22 de diciembre de 2008

Fiesta mítrea


Desde hace un par de años celebramos los colegas una fiesta invernal mas o menos coincidente con el solsticio de invierno. Pretendemos una fiesta larga en una noche larga, y tenemos el propósito de pillar fuerzas y afectos para el transcurso del largo invierno. No se si nuestra fiesta invernal, que claramente se quiere anticipar y diferenciar de la Navidad, es en el inconsciente la repetición de una fiesta antigua.

 Parece que forma parte de la cultura iraní celebrar la fiesta del solsticio de invierno con fastos diversos y comiendo una sandía que guardan hasta estas fechas desde el verano. La celebración procede del mitraismo. Mitra era el dios indo-iraní de la justicia y el mitraísmo fue una de las religiones más populares del antiguo Imperio Romano, sobre todo entre los soldados. La historia de Jesucristo tiene tantas cosas en común con la de Mitra, que se llegó a sospechar que el cristianismo era un derivado de la fe persa. Mitra nació en la noche más larga del año. Simbolizaba el nacimiento de la luz y la esperanza y la renovación de la naturaleza. El nacimiento de Cristo se situó en la misma fecha del calendario solar. En el siglo tercero el mitraísmo fue perdiendo terreno en competencia con el cristianismo, apoyado por Constantino I El Grande. Teodosio prohibió el mitraísmo en el año 391, aunque se mantuvo su práctica clandestina durante algún tiempo. Los mítreos, una especie de cuevas donde cabían unas 30 o 40 personas acabaron siendo las criptas de muchas iglesias cristianas.

 Me gusta pensar que nos ponemos en la línea del mitraísmo cuando hacemos nuestra fiesta y que convertimos nuestra casa en una cueva mítrea.

 Este año mas allá de la humilde sandía hemos preparado varios platillos manchegos para gozo gastronómico de mas de veinte comensales: pisto, asadillo, tiznao, sardinas de cuba en aceite, migas de bacalao al pimentón, al que hemos añadido empanada gallega, orujo lucense, manzanillas de Rota, vinos de Muga y Puelles, y tartas y pasteles galomanchegos. No hubiera sido evento gastronómico importante el de esta noche de solsticio si la fiesta no hubiera incluido el sacrificio de una liebre pascual que en forma de caldereta de arroz con liebre fue plato sagrado en opinión de la mayor parte de los asistentes.

 Obliga tan importante plato a hacer una breve digresión sobre la forma de cocinar la liebre con arroz, que por ser animal montaraz y buen corredor da carnes sabrosas que ya llevan incorporado aromas de tomillos y otras yerbas, que se cocina sin que pierda gota de sangre que siendo abundante es fundamental para conseguir el maravillo gusto que da al arroz, de forma que conviene desollarlo cuando se va a cocinar y nunca dejarlo escurrir, con lo que al trocearlo y cortarlo las tajadas van rojas de sangre. Y en cuanto a su elaboración: sofreír la liebre con laurel; añadir al menos medio litro de vino blanco y poner a fuego vivo hasta que se evapore y quede el aceite; sacar las asadurillas; añadir agua hasta cubrir y poner a hervir de una a dos horas; cuando la liebre esté blanda añadir un sofrito de ajos partidos, cebolla picada, pimiento verde y pimiento rojo troceados, y guindilla; añadir un sofrito de un par de tomates; añadir un puñado largo de arroz por persona (una liebre da para comer entre quince y veinte personas); añadir antes de que esté el arroz en su punto un machacao de la asadura con ajo, perejil, pimienta.

 Acostumbramos ya en esta fiesta a intercambiar regalos, no adquiridos al estilo consumista de estas fechas, sino elaborados a mano fruto de la laboriosidad y expresividad artística de cada uno, no importa si esta es limitada, porque con el presente se transmiten afectos, energías, y en plan mítreo luz y esperanza de renovación.

 Cumple años en estas fechas una de nuestras semidiosas (mítreas) que curiosamente lo festejó mediante danza con músicas de fados. Y otra semidiosa hizo su aparición con vestimentas indo-iraní con fuertes efectos hipnóticos. Y por no alargarme mas, que de todas cabe contar hechos singulares, otra semidiosa lo hizo a su vez con vuelos ibicencos y zapatos de tacón finísimos.

 Si la fiesta invernal surte los efectos esperados no pasaremos el invierno metidos en la cueva, volviendo en cambio a marchar por las montañas y la nieve como la soldadesca romana.

 

Salud